Hice el presente trabajo
pensando en que Dios iba a terapia con un psicólogo de nombre Misael.
Esa tarde, después del
trabajo tenía pensado ir al Cine a ver “parásitos”, pero terminé de atender a
mi último paciente de esa tarde –quien era un hombre que tenía un problema de adicción
a diferentes drogas y al alcohol- cuando recibí la inspiración de quedarme en mi consultorio
de la nada como si fuera a esperar a alguien pero yo no supiera quien era.
Mientras estaba sirviendo
las 2 tazas del café, escuché el timbre. Terminé de servirlas y fui a abrir.
Resulta que el que tocaba
era un hombre mayor, vestía un traje gris con camisa blanca y una corbata azul,
usaba lentes y tenía el cabello corto.
-Buenas tardes, vengo a
consulta con usted.
-Claro con gusto- moví mi
boca como si ella actuara por cuenta propia.
Fuimos a sentarnos y le
ofrecí el café quien lo empezó a tomar lentamente y de buen modo.
-¿Cuál es nombre?-pregunté.
-Me llaman de diferentes
maneras según la gente que cree conocerme.
Me quede muy extrañado, pero
decidí continuar.
-¿Usted tiene familia?.
-Sí, toda la gente que usted
ve son mis hijos.
-Bueno- continué
estupefacto- dígame, ¿tiene usted algún problema con alguien?
-Sí, con mis hijos.
-Ya veo, ¿cuál es el motivo
para que venga a verme a mi, a un terapeuta?- le dio un sorbo a su taza de café
y decidió continuar
-Me sorprende para algunos
soy el causante de todo y para otros soy el que ignora todo lo que pasa. También
me sorprende que mis hijos digan que yo voy a venir a destruirlos cuando
resulta que primero yo fui el que los creó. También me causa desconcierto que
mis hijos me pidan ayuda cuando necesiten algo solamente…
-No quiero interrumpirle,
pero ¿Por qué sus hijos le piden ayuda?, ¿acaso ellos no son capaces de solucionar
sus propios problemas?.
-Así es, me piden ayuda
cuando hay cosas que ellos pueden resolver por sí mismos. También me sorprende
que no me agradezcan después de que los ayude…
-¿para usted es importante
que le agradezcan lo que hace?
-Pues si, puesto que se
olvidan que yo soy el creador.
-Ya veo, ¿Y eso cómo le hace
sentir?
-Me hace sentir como sí los
ayudara para nada. En realidad solo pido que se acuerden de mí.
-¿Y usted no ha pensado en
persona reclamarles?, ya lo dice el refrán, “El que no habla Dios no lo oye”.
-¡Que completa ironía! Mira,
no me gusta afectar su libre albedrío de mis hijos, solo me gustaría que me
agradecieran más lo que hago por ellos.
-¿Y no le gustaría que
alguien hablará por usted?
-Al último que hablo
completamente en mi nombre hace más de 2000 años no le fue muy bien, de hecho
le hicieron mucho daño.
-¿Y usted no considera
encontrar otra solución?.
Le dio el último sorbo a su
café.
-Solo que lo volviera a
intentar y encontrará otra persona que hablará en mi nombre. ¿Usted quisiera
hablar en mi nombre?.
En ese momento, sentí una
paz en mi cuerpo, también me sentí muy lleno de energía, como si estuviera
pasando por un trance…estuve tentado a decir que si, pero recordé los
principios de la atención individualizada.
-Lo siento, pero no puedo
inmiscuirme en problemáticas de mi paciente- de golpe, dejé de sentir esa
energía y el trance se fue por completo.
-Bueno- dijo el señor, será
mejor que me vaya, le agradezco la atención y el café.
El señor se levantó y salió
de mi consultorio. Comencé a levantar las tazas y me percaté que justo donde el
señor se había sentado, había un hongo que mi paciente anterior -adicto a ellos- dejó olvidado,
pero me asusté cuando me percaté que el hongo tenía un mordisco. En eso recordé
que había mordido ese hongo después que él paciente se fue…
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