
Ella era el peor ser del mundo porque no pasaba de
vigilarme. Me seguía a donde fuera. Cuando no hacia lo que ella quería, me
rasguñaba.
Disfrutaba tirándome cosas de mi escritorio; al inicio fingía no
darse cuenta que yo le suplicaba que no lo hiciera, pero al final solo estiraba
su patita y tiraba del escritorio lo que quisiera.
También disfrutaba quitarme
mi lugar cuando me paraba y me volteaba a ver como provocándome.
Este ser es más malo que el impuesto al tabaco.
Hablo de mi gatita.
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