“Se estaba bañando despreocupadamente cuando sus dedos se toparon con algo, algo desconocido, algo nuevo, algo que, aunque formaba parte de su cuerpo, no reconocía como suyo”..
Entonces Hugo recordó aquella transformación que había hecho hace 2 días. Sus mentores nahuales le habían dicho que no debía transformarse en caimán, pero entre más le dijeron que no lo hiciera, más le llamó la atención hacerlo.
Hay muchas buenas razones para no transformarse en caimán, entre ellas: la falta de autocontrol dado el cerebro primitivo de los cocodrilos; la sensación de poder que da este animal, dado que no tienes ningún enemigo natural que quiera casarte -salvo el ser humano-; la sensación de pereza porque cuando ocurren las sequías, hay ciertas especies que prefieren dormir y esperar que en su hábitat vuelva a llover antes de irse a otra zona; pero la principal es que cuando regresa a su forma, dada la complejidad de la transformación, podrías quedarte con rasgos del cocodrilo.
Por todas estas razones no se recomienda transformarse, pero Hugo cometió el
error de hacerlo y ahora toda la parte de la nuca, hasta la parte superior de
la cabeza estaba llena de escamas de caimán.
Nada más la gente
del pueblo le descubriera, iban a intentar hacerle daño e incluso matarlo. Pensó
en como lo iba a tratar su prometida Beatriz, quien desconocía que el se
dedicara a ello. Tampoco sus padres sabían esto. Pero de momento, todas sus preocupaciones
desparecieron, pero no fue porque se sintiera aliviado, sino porque también su
cerebro era sustituido por el instintivo cerebro del caimán; el cual solo le
exigía comida, comida fresca…
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